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75 AÑOS DEL HOSTAL DE LA PLAÇA

El Hostal de la Plaça, con su restaurante y hotel con encanto, promete cumplir las expectativas de quienes deseen disfrutar de los sabores de siempre en pleno siglo XXI. Ahora, cumple tres cuartos de siglo dispuesto a seguir conquistando paladares, fiel a sus orígenes, a lo tradicional, al gusto por las cosas bien hechas, a la vocación de servicio y al trato exquisito.

Emplazado en Cabrils, a escasa media hora de Barcelona, y regentado por la cuarta generación de la familia Mas Galbany, el establecimiento abrió sus puertas en 1943, cuando las dificultades de la postguerra empujaron a Doloretes Galbany y a Josep Mas a buscar alternativas para subsistir. Ella era peluquera y él volvía del frente, pero gracias a la buena mano para la cocina de Doloretes, comenzaron a cocinar algunos platos para los veraneantes y los forasteros que se acercaban hasta allí.

Desde estos inicios casuales hasta la actualidad, el Hostal de la Plaça ha ido consolidándose poco a poco como un referente en la comarca del Maresme: una fonda de toda la vida donde cada verano se encontraban las mismas familias compartiendo tertulias alrededor de una buena comida. Hoy en día, el negocio familiar -dirigido por un bisnieto de sus fundadores- continúa sirviendo con el mismo mimo y cariño deliciosos platos en los que el producto de proximidad y temporada es el protagonista, como los canelones de verduras, la pelota, los arroces, el bacalao o los guisantes del Maresme, platos que se mantienen en la carta desde los inicios.

La experiencia gastronómica se completa con la posibilidad de comer tanto en diferentes espacios más allá del comedor principal (desde la antigua cocina, hasta los salones de reuniones, el reservado o la terraza), como en casa, gracias al servicio de comida para llevar de La Botigueta que, abierta fines de semana y festivos, se erige como el lugar ideal para hacerse con alguno de los deliciosos platos del hostal y disfrutarlo a domicilio.

El restaurante y el hostal ocupan una antigua masía catalana del siglo XVII que fue remodelada durante los años 50 por el arquitecto Duran i Reynals. La decoración se nutre de innumerables tesoros antiguos y con alma: desde la mesa de Doloretes hasta mesillas de noche de los primeros tiempos que hoy decoran el comedor. A su indudable encanto rústico se le añade una evidente esencia mediterránea, subrayada por la proximidad del establecimiento con el mar, cuya inmensidad azul puede abrazarse desde su terraza en altura.

Además, el establecimiento dispone de 14 habitaciones abuhardilladas, con vistas al mar y equipadas con todo el confort, repartidas entre el edificio del Hostal de la Plaça y el edificio anexo, que permiten redondear la experiencia gastronómica. No en vano, se trata de uno de los pocos establecimientos de la zona que aúnan restaurante más alojamiento de calidad.

 

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